Sebastián Pittavino es docente y fotógrafo de la ciudad entrerriana de Concordia. Apuesta a mostrar lo que muchos preferirían ocultar, desdibujar o ridiculizar: las alegrías y amarguras de lo popular en una ciudad como Concordia.
Pitta se sube a los muros y salta, se apoya en alguien mientras saluda a otra persona, carga con la cámara entre la gente y sigue saludando. Le piden una foto, le gritan algo. Saca, elige, canta alguna canción de la marcha, se encuentra en la multitud con exalumnos… Pitta vive desde adentro las marchas en Concordia. Le pide a alguien que le muestre un cartel y sigue. Se sube a un cantero, chequea que no está pisando a nadie. Saluda a alguien abajo y le pide algo.
Integra una generación -amplia y diversa en cuanto a trayectorias y edades- de concordienses que elige la fotografía como forma de expresión. Una generación que, además, se liga, explora, elige el excepcional campo del fotoperiodismo, de la fotografía documental, de registrar en la calle, a la gente, de mostrar las tensiones y alegrías del pueblo, de la ciudad.
¿Por qué en Concordia? Allí no hay masivas experiencias académicas sobre fotografía, tampoco hay movidas excepcionales de la actividad periodística. Quizá podría explicarlo la particular relación entre las contradicciones, las injusticias, el sentido de lo popular de la ciudad y el compromiso de su gente ante esas realidades.
Sebastián elige el fotorreportaje como una tarea militante, no como una actividad remunerada. Eso implica condicionantes -sobre todo materiales-, aunque también ofrece libertades como la ideológica, la editorial y la política para fotear.
Cuando tomó la cámara -decidido- por 2007, 2008, concretó algo que lo seguía desde chico, cuando jugaba con una cámara brownie o añoraba la Olimpus prestada con la que su padre los retrataba. El proyecto “Todo muro es político” nació en aquella época y no ha parado aún: es un registro de grafittis en la ciudad Concordia que muestra lo político, lo popular, lo chúcaro y lo creativo.
Es profe de historia, desde sus días de estudiante y militancia en el Profesorado de Ciencias Sociales asume que “ninguna herramienta de expresión es objetiva, nunca es apolìtica, siempre hay una intencionalidad”.
Construir sentido desde ese lugar, es una enorme responsabilidad, tal como pasó, por ejemplo, con las “estéticas de las fuerzas populares en la Guerra Civil Española o las revoluciones Rusa y Mexicana”. Por eso, insiste, es clave la formación política e ideológica.
Convencido de que lo colectivo debe primar, sobre todo en contextos como el actual dominado por la derecha, Pitta confía en este tipo de experiencias. Muestras, aulas, registros o convocatorias como las de la Productora Del Sur del Sur son algunos de los frentes desde donde lo demuestra.
Siempre apostando, a la vez, a la riqueza que cada integrante ofrece desde su mirada individual, su experiencia, sus dudas y certezas, su formación. Y en eso, no afloja ni negocia: “Debemos encarar con una pata en la conciencia de que todo esto es político, en el sentido más profundo de la palabra y más lindo también”.
Ese compromiso lo ha llevado a participar en la producción de videos, un terreno familiar pero muy distinto al fotográfico. Allí sí cree que las condiciones exigen que sea un trabajo en conjunto, lo individual sólo puede lucir en esa red de roles, tareas y dimensiones.
Como docente, explora desde el comienzo de su carrera el valor de la imagen en el aula. Vivió en sus 20 años de profe tanto su propio derrotero como también las transformaciones que sufrió la imagen como producto humano. El sentido, la producción, la circulación, el valor de lo impreso o del color, las restricciones legales son algunas de las temáticas que vieron transformados sus rasgos.
Toma aquello que advirtió Trímboli, que la imagen siempre fue accesorio del texto, nunca centro. Bueno, quizá también esté cambiando eso.
Pitta saca fotos en marchas, en carnaval, busca joyas un día cualquiera en las calles, explora el río, prueba con color y con mucho blanco y negro. “Las calles son nuestras” es otro proyecto que hermana todo lo que lo atrae: el pueblo, las luchas, la calle, la fotografía, el compromiso. Lo hace destacando que esas marchas asumen la calle como “espacio de sentido”, es un escenario de disputa de derecho, sobre algo que es nuestro, es “una apropiación consciente de algo que es nuestro”, como lo es el espacio público.
Concordia seguirá dándole oportunidades, luchas y bronca, pueblo y alegría nunca faltaron. Como el carnaval, como la plaza llena, estas oportunidades siempre vuelven. Como las buenas fotos.