Norma es una concordiense que –tras años de inquietud– decidió dedicarse a la fotografía desde hace pocos años. Dio ese reciente paso gracias a su hija –que la estimuló y la descubrió– y, desde allí, no paró ni un instante. Entre sus trabajos, hoy se destacan sus coberturas de acciones públicas en la ciudad como también su trabajo sobre nuestra relación con el cuerpo, el peso de los condicionamientos y mandatos sociales, como también el efecto liberador de reconocernos como somos.
Las dos primeras cosas que compró Norma cuando empezó a laburar fueron una bicicleta para trasladarse y una cámara fotográfica para narrar. En aquel momento, esa última decisión pudo haber parecido un antojo, un desvío, un berretín inoportuno; hoy podríamos leerla desde otro lugar, como un primer indicio de lo que Norma es.
Hoy recapitula todo ese proceso con más elementos y claves. Así, durante esos primeros años la fotografía fue un acto doméstico, familiar, de exploración por el interior de su entorno y su vida. Fue ese mismo entorno el que la parió como fotógrafa: hace unos años, su hija adolescente Andrea se animó a decirle que la veía distinta cuando agarraba la cámara, que la veía mejor, que por ahí era la cosa. En definitiva, le marcó que ese era el momento.
De allí en más, Norma profundizó su camino, pispeó el sendero, hizo planes, estudió, exploró cómo conseguir equipos (y cómo pagarlos, que es el gran tema de estas decisiones), salió de su círculo y se puso como fotógrafa, ya ahora desde otro lugar. Ese click ocurrió hace pocos años, este recorrido lleva seis, siete años de desarrollo, es un ejemplo de determinación y, a su vez, demuestra que la fotografía nunca viene sola, nunca existe pura entre nosotros, siempre está enmarañada en nuestras historias y es, antes que nada, una hermosa y obstinada herramienta.
“Decidí salir con las marchas”, señala Norma, al referirse a las convocatorias militantes en la ciudad de Concordia, sobre todo a las iniciativas de las organizaciones feministas. Allí pudo aprender tanto cuestiones estrictamente técnicas de manejo de equipo como explorar de qué forma mostrar esa fuerza y contar esas historias: “En un momento, noté que en esas marchas yo hacía las fotos de otros, decidí darle una vuelta y buscar una forma propia de registrarlas”.
Y ese camino se fue profundizando, con más registros públicos, participando en los ámbitos de formación que encontró en la ciudad, explorando mucho y vinculándose ya desde allí con colectivos y personas. Y, como decidió salir, también decidió entrar y trabajar en registros de estudio. Norma fue construyendo en el fondo de su casa un espacio de estudio desde donde arrancar, desde donde complementar las salidas, el callejeo, el exterior.
“En un momento, noté que en esas marchas yo hacía las fotos de otros, decidí darle una vuelta y buscar una forma propia de registrarlas”
Y en el estudio es donde explora, quizá, sus mensajes más íntimos. Uno de sus proyectos más dedicados son retratos que se meten en la temática de nuestros cuerpos y sus marcas, de nuestros complejos, de los mandatos sociales y cómo se expresan las desigualdades en ellos. Algunos de estos registros fueron realizados junto a la fotógrafa Florencia Nieto. Para ese trabajo, Norma elige las y los modelos, charla, hace entrevistas, las registra y desgraba, acuerdan las tomas con quienes modelan… Como proyecto, en definitiva, Norma coordina un trabajo colectivo, incluyente con quienes participan y eso nutre aún más el resultado.
El estudio la sigue ocupando, pero también la calle, como lo muestra su registro de la última Marcha del Orgullo en Concordia, del Día de la Memoria, el 8M o de Frikimania 2022. En octubre participó junto a Sebastián Pittavino y Lucas Passos en la muestra “Tríptico Íntimo” en Concordia mostrando la relación entre luz y oscuridad, como alegoría de las tensiones que nos atraviesan.
Hace calor, el 2023 arrancó sin piedad. Además, nos acompaña el ritmo pegadizo de un culto evangélico cercano, que bien merecería ser fotografiado. El Litoral está lleno de fotógrafas y fotógrafos con la mirada desbordada, con la agenda llena y la búsqueda lista para seguir narrando.