En el histórico barrio rosarino de Pichincha, desde enero de 2025, Carito Sastre y Laureano Álvarez Bava dan vida a la milonga “Madame Ivone” en el “Club Fosse”. Las primeras dos convocatorias superaron las expectativas de la apuesta, demostrando así que la tradición encuentra nuevas formas para refrescar sus fuerzas. Así es esta milonga.
La atmósfera del Club Fosse se cargó de rojo. Las telas, las cuerinas, los tragos, abanicos, vestidos, todo está teñido de un acuciante color rojo. Las parejas lo festejan bailando o charlando en las mesas, algunos revisan un cachito el teléfono, pero la mayoría ya están listos para entrar en clima de milonga. El verano rosarino tiró una tarde que rondó los 30 grados de temperatura que ni el vientito de la costa pudo aplacar.
Esta es la segunda noche de la Milonga “Madame Ivonne”, organizada por Carito y Laureano, dos profes que desde 2018 arman y encaran talleres y pistas de tango y milonga en la ciudad de Rosario. Este año se propusieron instalarse en Pichincha, para honrar el pasado tanguero del barrio y para aprovechar una vacante imperdonable en esa zona. La gente va llegando a pesar del calor, la pista se arma, arrancan las primeras tandas.
Cada mesa tiene un veladorcito inalámbrico, seguramente fueron hechos en China como casi todas esas cosas de ahora. Todos tienen una luz rabiosamente roja, hasta que alguien lo toca sólo por jugar y lo pone verde, amarillo o azul. Son instantes de ruptura, a veces se escucha la mueca pícara o el comentario, pero en seguida vuelve al rojo. Están todos los farolitos en rojo, alguien toca, cambia a amarillo, se sonríe, y lo pone en rojo de nuevo así el clima mantiene su orden. Todo esto pasa, mientras truenan Di Sarli y D’Arienzo entre la multitud.
Las parejas se arman y desarman como en toda milonga, algunos integrantes ya se conocen, hablan entre tema y tema sobre sus cosas. En otros casos son completos desconocidos, hasta que se abrazan y bailan, el ritmo ordena todo. Las parejas se mezclan y así demuestran que no son parejas, que todos y todas son parte del mismo movimiento aunque jamás se hayan visto. La pista revuelve estilos y edades, algunas complicidades y muchas apuestas. En definitiva, parte del juego es eso, confiar en que la música es la que realmente manda y conduce a la asistencia.
Entrá y mirá cómo son las bailantas en el Festival del Chamamé de Federal.
Carito y Laureano hacen danza folclórica desde niños, se conocieron hace una década, el tango los unió como pareja de baile y como compañeros de vida. Concursando, sarlieron campeones de tango en Rosario y fueron finalistas del Mundial de tango en 2019.
Esta trayectoria favoreció su trabajo como docentes, recorren las pistas de la región dando clases de tango. En uno de esos talleres, en un club bien de barrio cerca de Villa Hortencia, nació su primera milonga: “La chicharrita”. Esta pista funcionaba todas la vísperas de feriado, llenó el salón de asistentes y cargó de tango el club y el barrio. Luego organizaron varias milongas en Rosario, «La piu carina», entre ellas. El año pasado, en enero también, decidieron jugarse todo a armar una milonga grande -en pleno verano y con el ajuste nacional ya en marcha- que llamaron “El Marne” en el “Teatro Atlas”. A pesar de las condiciones objetivas -o justamente por ellas- “El Marne” reunió en su inauguración a más de 250 milongueros y milongueras rompiendo todas las previsiones.
El lanzamiento de Madame Ivonne fue este 3 de enero, en esa ocasión participaron con un taller los hermanos Paiva, hijos del legendario bailarín Orlando Paiva. En esta inauguración, asistieron 140 personas que desbordaron el espacio y desafiaron cualquier expectativa. La convocatoria reunió a gente de toda la región que vinieron empujadas por el mismo entusiasmo. Aún en enero y con la situación actual, el número de participantes resulta un dato concluyente de cómo el género convoca y de cuánto más podría convocar si las milongas fueran más frecuentes.
En limpio, hoy Carito y Lautaro organizan tres milongas: La piu carina, El Marne y ahora «Madame Ivonne».
Una pintada define a Pinchincha como un barrio “de Olmedo, fiestero y canalla”. Hace un siglo era una zona de Rosario marcada por la actividad del ferrocarril y, ese movimiento, dio vida a decenas de prostíbulos, cabarets y milongas durante décadas. El declive de los trenes fue borrando esa impronta tanguera, hoy Pinchincha es un barrio más vinculado a lo residencial, a los pubs y a la oferta gastronómica.
Actualmente, aquel momento milonguero ha sido revisado en profundidad. Encontraremos recorridos turísticos que rescatan aquellos años del barrio, trabajos de investigación, documentales, propuestas de la Universidad de Rosario y la Municipalidad o la misma Casa del Tango, un Centro Cultural instalado en la Costanera que se enfoca en el de rescate y difusión de la actividad tanguera rosarina.
Esta revalorización patrimonial aún puede contar con registros, testimonios directos, rutinas y marcas primarias de una experiencia tan reciente y fuerte como ha sido la presencia de las milongas en Pichincha. Es aquí donde Carito y Laureano eligieron instalar Madame Ivonne, confiando en esa memoria y en cómo el tango ha logrado reinventarse con las décadas aprovechando la conciencia actual para enriquecer semejante nudo de tradición, ritmo y corazón.
Suena la última tanda ante el explícito y cómplice disgusto de las y los asistentes. Se miran y buscan por última vez, ya casi todos tenían pensado con quien bailarla. Hay quienes arriesgan un último dibujo audaz y quienes van a lo seguro, para despedirse sin sobresaltos.
Apuran los últimos tragos, empiezan a despedirse, comentan sobre el calor y la noche, agradecen a la organización,miran el teléfono, preparan un puchito para prenderlo afuera, ni bien salgan del salón. Se van sólo porque “Madame Ivonne” tiene fecha inmediata de regreso. Como el verano, como el carnaval, el tango también se despide para volver renovado, insistente y carmín.